Fui a una escuela de monjas españolas. Era la peor de la clase en
manualidades, todo me salía horrible, cuando la monja trató de
enseñarme a tejer santa clara no sé cómo no lloró, se me hacían unos
agujeros inmensos y no sabía por qué. Entonces me convencí que la
madre naturaleza no me había provisto de lo necesario para las
artesanías y tranquilamente me alejé de ellas.
Veía a mi abuela hacer crochet con respeto pero «con la ñata contra el vidrio».
Así llegué a los 20 años y ví una revista en la casa de una compañera
de clase que tenía una boina a crochet que me encantó. Así que de la
misma forma que estudiaba química en los libros estudié crochet en la
revista y me hice la preciosa boina que me quedaba muy bien y que casi
creció conmigo e hizo la diferencia en mi vida porque me demostró que
no hay malos alumnos sino malos profesores.
De ahí en adelante aprendí a tejer con dos agujas y a hacer moldes y
crear mis propias recetas de un modo «científico», haciendo muestras
de textura y usando matemáticas para calcularlas y me independicé de
los patrones a tal punto que tuve durante muchos años una empresa de
tejido a mano para exportación, eduqué a mis hijos, compré mi casa y
mi auto con el tejido el cual dejó, no muy dignamente, de existir
cuando los chinos nos quitaron todos los mercados.
Y así antes del colorín colorado, llegué a Estados Unidos donde terminé
de probar que las artes son para mí ya que estudio escultura en el
Worcester Art Museum y ya intervine en tres exposiciones.
que compre la casa y el auto es una broma, je a ver si se lo creen…